Inteligencia emocional

En este artículo encontrarás interesantes reflexiones y una efectiva estrategia de cinco pasos para incrementar y fortalecer tu inteligencia emocional.

¿Te consideras una persona emocionalmente inteligente?

¿Has trabajado conscientemente en tus habilidades emocionales?

Yo por mi parte, quiero responder a estas preguntas aclarando que hoy me considero mucho más inteligente emocionalmente que hace algunos años.

Aunque desde hace mucho tiempo trabajo conscientemente en mis habilidades emocionales, me ha resultado desafiante integrar esta competencia en su máxima expresión.

El hecho es que en mis años infantiles no aprendí mucho sobre gestionar positivamente las emociones.

No sé si a ti te pasó, pero creo que es una sensación generalizada en occidente; las emociones son vistas como limitantes, como un tema tabú del que no se habla a menudo y que debe ser reprimido en lo posible para evitar la incomodidad del entorno, más aún si son emociones calificadas por la sociedad como “negativas” (tristeza, ira, frustración, entre muchas otras).

Parece que nos han preparado para un entorno exigente que espera que seamos buen@s en todo lo que hacemos, que resistamos los trabajos forzados, pero que dejemos de lado, en la medida de lo posible, las conversaciones y reflexiones profundas, emocionales e “incómodas”.

Sí, es cierto que en los últimos años se ha promovido una educación algo más integral en algunos espacios y que la búsqueda de much@s de nosotr@s de una vida más plena ha llevado a un despertar de consciencia sobre nuestras emociones, sin embargo, sigue sin ser una prioridad para el sistema educativo y la cultura dominante, el cuidado de la emocionalidad de los niñ@s.

Bueno… pero no por eso vamos a darnos por vencid@s.

Es cierto que si nos hubieran enseñado a reconocer y gestionar nuestras emociones saludablemente a una edad temprana y con tanto ahínco como nos enseñan las matemáticas todo sería más fácil, sin embargo, aunque hoy deberemos desaprender conductas para integrar nuevos hábitos, no es demasiado tarde.

Por esta razón, hoy quiero compartir contigo una estrategia de CINCO (5) PASOS para incrementar y fortalecer tu inteligencia emocional.

Vamos a ello…

PRIMERO. Reconoce tus emociones.

Detrás de cada acción o palabra que sale de tu boca existe una emoción.

A menudo, nos sentimos desconectad@s de nuestras emociones.

Aunque sabemos que están ahí no logramos conectar con ellas y entender la profunda influencia que tienen sobre nosotr@s.

Por eso es importante que no solo te comprometas a reconocer a la emoción como tal, sino que empieces a darle la importancia que se merece en tu vida.

¿Y cómo lo vas a hacer?

Empieza por algo muy sencillo.

Observa lo que sientes en cada situación, aunque todavía no tengas idea de cómo nombrarlo.

Incluye en tu día a día el preguntar genuinamente a las personas cómo se sienten y presta atención a su respuesta.

Responde con autenticidad. Atrévete a dejar de lado la convención social de responder automáticamente: “bien gracias” cuando te pregunten: ¿Cómo estás?

Eso no quiere decir que cuando te sientas mal vas a responder quejándote y dejando al otro sin ganas de volverte a preguntar, solo empieza diciendo: “Me siento…” o “No me siento muy bien hoy” o “Ha sido un día difícil para mí”, etcétera. 

Asegúrate de hablar siempre desde tu sentir sin expresar resentimientos o reproches contra los demás, habla de la situación que te incomoda si lo consideras necesario. 

Y, cuando otra persona exprese sus emociones, sé empátic@, dile que está permitido sentir y expresar lo que sienten.

Habla de tus emociones con naturalidad.

Sé que al principio puede ser complejo e incluso puede hacerte sentir algo frustrad@, pero no desesperes, pronto se volverá más sencillo.

SEGUNDO. Diferencia y analiza tus emociones.

En vista de que esta es una asignatura en la que no much@s hemos profundizado, es muy común que nos encontremos familiarizados únicamente con las emociones básicas: tristeza, alegría, miedo, ira, y en algunos casos el desagrado y la angustia; pero ajenos a un sin fin de otras emociones.

Es por ese motivo que muchas veces cuando hablamos sobre una emoción o la expresamos, sustituimos en nuestro lenguaje o en nuestra mente la emoción original con otra que pensamos que conocemos mejor o manejamos mejor.

Además, puede suceder que una emoción desencadene otra y confundamos nuestro sentir.

También, suele suceder que a lo largo de nuestra vida nos hemos identificado con una emoción que nos ha resultado útil para defendernos del entorno, por ejemplo la ira; y este vínculo ha resultado en una confusa relación en donde nos cuesta distinguir otras emociones como la tristeza o la frustración y las confundimos con ira o enojo.

La realidad es que existe una paleta infinita de emociones y cada una de ellas, aunque se diferencie mínimamente en su nivel de intensidad, tiene una función en nuestras vidas y seguramente va a necesitar que la gestiones de manera distinta.

En este contexto, tu tarea es:

Primero, ocúpate de ampliar tu vocabulario emocional y comprométete a leer e investigar más sobre las emociones.

Luego que hayas profundizado, sumérgete en tus propios sentimientos y emociones, conéctate con lo que realmente sientes y comunícalo.

TERCERO. Acepta y aprecia lo que sientes.

Para aceptar tus emociones y abrazarlas, lo primero que debes tener presente es que ellas no son ni buenas ni malas.

Lamentablemente nuestra sociedad les ha dado ciertas connotaciones, ya sean positivas o negativas, de acuerdo con lo cómodas o incómodas que resultan al momento de sentirse y expresarse. Y así es como aprendimos cuáles eran dignas o no de mostrarse. 

Pues ha llegado la hora de desaprender.

Cada vez que pienses en reprimir una emoción y esconderla debajo de la alfombra, recuerda que esa sensación que está llegando, viene a ti con el único objetivo de darte información sobre lo que ocurre en tu interior y a tu alrededor.

Las emociones llamadas negativas, en general buscan transmitir un mensaje, que por incómodo que sea, solo tiene la intención de protegerte, prevenirte y ofrecerte información importante a la hora de enfrentar un desafío.

Por ejemplo: si hablamos del miedo, este generalmente te alerta de la posibilidad de que no cuentes con los recursos y las habilidades suficientes para abordar un desafío.

Si te mantienes alerta, puedes darte permiso de sentirlo, analizarlo y refutarlo (si es el caso), o predisponerte a adquirir nuevas competencias para enfrentar el reto.

Por el contrario, si pones toda tu atención en reprimirlo, este se irá acumulando experiencia tras experiencia, hasta que te sientas paralizad@ y en verdad se convierta en un obstáculo para avanzar en tu vida.

¿Te das cuenta?

Deja de juzgar lo que sientes y recibe tus emociones como una fuente de información vital e infinita.

CUARTO. Escucha a tu cuerpo.

Hemos pasado tanto tiempo en modo reactivo que por más que reflexionemos sobre este tema y procuremos estar atentos a nuestras reacciones, muchas veces terminamos actuando desde el impulso y sintiéndonos frustrad@s.

Entonces, con el objetivo de que te vayas familiarizando con este estar presente en torno a tus emociones, te invito a fijarte en las sensaciones que tienes en tu cuerpo y en tu lenguaje corporal; esta sola acción te dará más de una pista sobre lo que está sucediendo en tu interior, con el tiempo necesario para gestionarlo.

Fíjate lo que sucede contigo cuando estás a punto de enojarte.

¿Cruzas los brazos?

¿Sientes calor?

¿Te ruborizas?

¿Se te hace “un nudo” en el estómago?

¿Qué sucede con tu postura, tus movimientos y fisiología?

Detecta patrones comunes y date tiempo para pensar activamente sobre ellos.

Si tan solo te tomas unos segundos para atender a lo que te pasa en una situación en particular, de seguro podrás tomar precauciones para la siguiente ocasión y afrontar el desafío que tienes delante de una manera más calmada y asertiva.

QUINTO. Gestiona tus emociones.

Ahora que te has dado un tiempo para reconocerte en tus emociones, es importante que tengas a mano algunas herramientas básicas para gestionarlas, tanto a largo plazo como en el día a día.

Existen muchas técnicas que podrían ayudarte a cumplir con este objetivo, en este artículo te compartiré algunas para que las pruebes y encuentres la tuya.

Vamos primero con CINCO prácticas de emergencia que pueden ser útiles en momentos de mucha tensión:

  • Practica ejercicios de respiración consciente. Respirar bien y de manera completa es de gran ayuda para llevarte a la calma y la claridad mental.
  • Si estás en un lugar cerrado, abre la ventana o sal de ahí por un momento, si es posible, respira profundo y deja que el aire te acaricie la cara.
  • Lávate el rostro y las manos con agua fría.
  • Cuando sepas que vas a estar en un entorno que te produce estrés, ansiedad o tensión ten a mano alguna bebida, preferiblemente agua. Toma algunos bocados de manera lenta y consciente antes de intervenir o responder.
  • Cuenta hasta DIEZ. De seguro esto ya te lo dijeron. Hazlo. Respira profundo al empezar con el UNO y sigue respirando; ya verás que esta simple práctica te dará un tiempo para calmar los ánimos y analizar la situación.

Ahora te propongo CINCO prácticas cotidianas que contribuirán a tu inteligencia emocional y te facilitarán la gestión de emociones.

  • Mantén un diario emocional en donde puedas escribir sobre tus hallazgos con relación a tus emociones y sobre situaciones cotidianas que te estén incomodando.

Escribir es una excelente práctica a la hora de trabajar con tus emociones, te ayuda a distanciarte de ellas, a verlas de lejos y a poner la situación que te afecta en perspectiva.

  • Crea una rutina de autocuidado que incluya actividades como hacer ejercicio físico, meditar, descansar y alimentarte adecuadamente.
  • Incluye en tu agenda un espacio para practicar alguna actividad que disfrutes, por ejemplo: bailar, cantar, pintar, escribir, cuidar de tus plantas o tus mascotas, pasar tiempo con tu familia o disfrutar un tiempo a solas; tú eliges.
  • Investiga y lee sobre inteligencia emocional y temas relacionados con las emociones, por ejemplo asertividad, empatía, autocuidado, resiliencia, proactividad, lenguaje corporal y estrategias para la gestión emocional.
  • Habla con otras personas. Atrévete a conversar sobre las emociones con otros. Si tienes una situación específica a mano, pregúntales cómo afrontarían dicha situación. Escucha sus puntos de vista.

Date la oportunidad para probar alguna de estas prácticas e inclúyelas en tu rutina diaria.

Recuerda que todo hábito necesita de constancia, repite la nueva práctica elegida hasta que se vuelva automática y natural.

¡Felicidades!

Si leíste hasta aquí y te entusiasma la idea de poner estas recomendaciones en práctica, estás en el camino del autoconocimiento, la reconciliación con tus emociones y el fortalecimiento de tu inteligencia emocional.

Gracias por leerme.

Comenta tu experiencia; tus sentires y pensamientos son importantes.

Siempre es un placer leerte.

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